Lectura: Mateo 18:23-35
Dos amigos árabes caminaban por el desierto. En un punto de su travesía se alegaron, y como resultado, uno dio una bofetada en la cara al otro. Después de haberlo pensado un poco, el ofendido se agachó y escribió en la arena, “Hoy, mi mejor amigo me dio una bofetada en la cara”.
Siguieron adelante hasta encontrar un oasis donde decidieron bañarse. Aconteció que el viajero antes ofendido se encontró en problemas en el agua y pronto se vio en peligro de ahogarse. Sin claudicar, su amigo se metió y rescató a su compañero moribundo. Una vez a salvo y recuperado de su traumatizante experiencia, nuevamente se agachó para escribir. Pero en esta ocasión, en vez de escribir en la arena, sacó un instrumento de hierro y comenzó a grabar en una piedra, “Hoy, mi mejor amigo me salvó la vida”.
El amigo que había ofendido a su compañero, un poco extrañado, le preguntó, “¿Porqué escribiste en la arena después de mi ofensa pero ahora, grabas en piedra?”. El amigo rescatado sonrió y replicó, “Cuando un amigo nos hace daño, debemos escribirlo en arena donde los vientos del perdón puedan soplar sobre la ofensa y borrarlo. Pero cuando algo bueno acontece, debemos grabarlo en la piedra de los recuerdos del corazón donde ningún viento lo puede borrar”.
El caso en Mateo 18 de los dos consiervos es un ejemplo clásico de lo patético que es no perdonar a nuestro sus ofensas después de haber sido los recipientes del amor inefable que nos ha perdonado nuestros cuantiosos pecados. ¿Cuántas veces al día tenemos que acudir a los pies de nuestro Dios para pedirle perdón por algún averío espiritual en nuestras vidas? Hay veces que he pensado que si Sus misericordias son nuevas cada mañana ya es hora de ir a la cama.
Cuando pensamos en cuanto Dios nos ha perdonado de ofensas y crímenes infinitamente más severas que las ofensas que Él manda que perdonemos de nuestros semejantes, Él tiene toda la razón para imputar de nuevo todas nuestras deudas si no perdonamos a nuestros ofensores.
Ha sido comprobado médicamente que cuando alguien guarda rencor y falta de perdón su salud es seriamente perjudicada. La persona que no perdona sufra más consecuencias dañinas que la persona que no quieren perdonar. Pensándolo así yo estoy plenamente convencido que es más fácil amar, perdonar y vivir en paz que sufrir las múltiples consecuencias que atrae la falta de perdón.
SI QUIERES LA PAZ CON DIOS, BUSCA LA PAZ CON OTROS Y SÍGUELA
(Lamentaciones 3:22-23) Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad.
Etiquetas: Devocional
posted by Prince and Gina Parker @ 7/03/2006 01:46:00 p. m.,