Lectura: Juan 3:14-21
(1 Juan 1:7) “mas si andamos en la luz, como El está en la luz, tenemos comunión los unos con los otros, y la sangre de Jesús su Hijo nos limpia de todo pecado.”
(2 Corintios 5:17) “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es: las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.”
Era verdad; el vicio le había arruinado. Lo que comenzó como un pasatiempo en su juventud ahora le dominaba horriblemente. Los otros compañeros de su misma edad que no andaban en estos antros tenebrosos disfrutaban el amor y calor de un hogar feliz gozándose del respeto de sus hermanos e hijos. Sus familiares le veían como un desperdicio de tiempo a causa del desenfreno moral que le dominaba tan cruelmente. ¡Había arruinado todo!
La chica se paraba en la cima del puente. Mirando abajo veía el río frío y negro con su corriente agitado y sus remolinos como 100 metros abajo. Estaba segura que sus padres nunca podrían perdonarle por lo errante de su vida. Sentía vergüenza en presencia de los que decía ser sus amigas porque ella sabía que hablaban y reían de ella a sus espaldas. La vida no le ofrecía nada y la odiaba. ¿Por qué seguir así?
¡Que desastre hacemos de nuestras vidas sin Dios! Sin Cristo, los caminos de este mundo son senderos que conducen todos a un callejón sin salida y el cuadro que te pinta no ofrece ningunas esperanzas. Un camino de lágrimas. Un escritor argentino, Ernesto Sábato, en su novela, “El dragón y la princesa”, lo expresó así: “Bruno siempre dice que por desgracia, la vida la hacemos en borrador. Un escritor puede rehacer algo imperfecto o tirarlo a la basura. La vida, no: lo que se ha vivido no hay forma de arreglarlo, ni de limpiarlo, ni de tirarlo.”
El escritor se vale de su personaje Alejandra para llevarnos a una profunda reflexión sobre la vida humana. Bruno, amigo de Alejandra, tiene razón... en parte. A diferencia de los escritores, que tienen la opción de rehacer lo que no les ha salido bien como si lo hubieran hecho perfectamente desde el principio sin haberse equivocado en momento alguno, nosotros no podemos darnos ese lujo. Tenemos que tragarnos nuestras imperfecciones, ya que la vida no la podemos volver a vivir.
En lo que no tiene razón Bruno es que sí hay forma de arreglar, de limpiar y de tirar a la basura todo lo malo de nuestra vida pasada. Se llama arrepentimiento de obras muertas y de la fe hacia Dios. No es cuestión de hacer caso omiso de nuestras faltas, como si jamás hubiéramos errado, sino todo lo contrario. Podemos arrepentirnos de nuestras faltas y pedirle perdón a Dios por ellas, confiados en lo que afirma el apóstol Juan: que “si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad”.
Pero ¿qué de nuestra vida futura? ¿Acaso no hay forma de mejorar lo que nos falta por vivir? Claro que sí. Con la ayuda de Dios, todos tenemos la opción de cambiar los patrones de conducta que han malogrado nuestra vida. A esa transformación Jesucristo la llama “nacer de nuevo”. Se trata de permitir que Él nos transforme mediante la renovación de nuestra mente. Cuando dejamos que Cristo nos cambie de ese modo, llegamos a ser lo que el apóstol Pablo llama “una nueva criatura”, y tenemos por qué exclamar, junto con él: “¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!” ¿Nos damos cuenta qué tremendo?
La vida no es sin esperanzas, lúgubre y tenebrosa si se encuentra en la luz de Jesucristo, “Porque contigo está el manantial de la vida: En tu luz veremos la luz.” (Salmos 36:9).
(Romanos 12:2) “Y no os conforméis á este mundo; mas trasformaos por la renovación de vuestro entendimiento, para que experimentéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.”
posted by Prince and Gina Parker @ 8/05/2006 05:59:00 p. m.,